Sobre todo, a aquellos jóvenes que quieren tener un rápido acceso a la tierra y a una casa, que para muchos, es una utopía de vida.
Vaca Muerta ha sido el fenómeno de propaganda que más ha dividido a esta sociedad, entre quienes asoman como los nuevos ricos y quienes están condenados al cadalso de la pobreza, por el aumento del precio de la tierra y el costo de vida en general.Esto sucede todos los días en Neuquén, por eso el desafío de la clase política es equilibrar a una población que está enfrentada por los sueldos de la industria de los hidrocarburos, los del Estado y lo que pagan las demás empresas. “Toda la economía de Neuquén se pasa a los precios del petróleo”, se suele escuchar en las calles. Y vaya paradoja: en la provincia, unas 22 mil familias viven del petróleo mientras que más de 60 mil lo hacen de sueldos estatales.
La diferencia entre un salario y otro es de más del 500%. Hay quienes ganan 7 mil y otros que reciben más de 50 mil pesos por mes. La ecuación es sencilla: la industria paga bien, pero quienes están afuera -no importa si se han quemado las pestañas durante años para conseguir un título de grado, una maestría o doctorado- quedan aislados del mundo rentable. En estos meses se escuchan historias que ya no sorprenden.
Cada vez más policías, docentes y empleados administrativos quieren ingresar a una petrolera. Buscan remontar en pesos todos los años perdidos que implica estar en una provincia tan desigual, que expulsa con la omnipotencia del rubro.
El desafío no es solamente hacer obras, sino que se sienta la inclusión que, por ahora, privilegia a una minoría dominante.
